EL CAMINO HACIA EL PERDÓN
“El acto de perdonar poco tiene que ver con alguien externo a nosotros mismos. Es algo que sucede en el interior y transforma la vida. Perdonar es recuperar la paz. El perdón deshace la culpa. La conciencia recobra su sentido de inocencia y ese estado de sosiego, de armonía con uno mismo, aporta salud al cuerpo. Y a la mente.
Entre todos podríamos aprender la práctica diaria del perdón para que nada que no sea de Dios se acumule en nosotros, en nuestra mente, en nuestros sentimientos… Podemos ayudarnos unos a otros a crear un mundo de paz en el que nos cuidemos mutuamente, y disculpemos los pequeños o grandes errores que todos, absolutamente todos, cometemos en algún momento de nuestras vidas. Echar la vista atrás para recuperar viejos rencores nos hace daño y nos aleja de los demás.
El mundo puede convertirse en un lugar maravilloso, de mansedumbre y concordia, o en una tierra hostil; depende de la elección que hagamos. Pero siempre que albergo alguna duda al respecto, recuerdo las palabras de Immaculée Ilibagiza parafraseando a Ana Frank: “Sigo creyendo en lo profundo de mi corazón que la gente es buena en lo profundo de su corazón”.”.
Mahendra Tevar en Jesucristo, Maestro de la Luz (pág. 17)
Sobre bhakti (devoción) y jñana (conocimiento)
Pregunta:
Encuentro más sencilla la entrega a Dios. Quiero seguir ese camino.
Respuesta de Ramana:
Sigas el camino que sigas, tienes que perderte en el Uno. La entrega sólo es completa cuando alcanzas el estado “Tú lo eres todo y Hágase Tu voluntad”.
Ese estado no es distinto al jñana. En Soham («Eso soy Yo») hay dualismo (advaita). En la realidad no hay dualismo ni no dualismo, sino que lo que es, es. Entregarse parece fácil porque la gente imagina que cuando dice con su boca: “Me entrego” , y pasa sus preocupaciones al Señor, van a quedar libres y podrán hacer lo que gusten. Pero lo cierto es que, después de rendirse, uno no puede tener atracciones ni rechazo y su voluntad tiene que dejar de existir por completo, siendo sustituida por la Voluntad del Señor. Esa muerte del ego no es distinta a lo que ocurre en jñana. De modo que elijas el camino que elijas, debes llegar a jñana o la unidad.
A. Devaraja Mudaliar, en Día a Día con Bhagavan
LA REGLA DE ORO
“Todo lo que querríais que los demás hicieran por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque esta es la esencia de lo que enseñan la Ley y los Profetas”. (Mateo 7, 12).
“Hace unos años, iba acompañando a Demba, un amigo y dirigente campesino africano, a la estación de Ginebra, después de que hubiera pasado con nosotros unos días. Al llegar cerca de la estación, me fijé en un hombre a quien había visto tres semanas antes casi en aquel mismo sitio. Pocas veces en mi vida había visto yo un rostro tan deshecho, totalmente vacío, con unos ojos cuya mirada era realmente indescriptible. Cuando le vi por primera vez, unos días antes, lo había bendecido espontáneamente al pasar ante él. Esta segunda vez, yo llevaba dos maletas pesadas. Nuestras miradas se cruzaron durante unas fracciones de segundo nada más. En el momento de cruzarnos, ante el asombro de Demba, que era espectador impotente de la escena, me dio un puñetazo en plena cara con tal violencia que caí fulminado en la acera. Empecé a sangrar abundantemente por la nariz. Aquel hombre se marchó corriendo. Instantáneamente, y sin pensarlo, empecé a bendecirlo y animé al pobre Demba, que estaba hundido, a que hiciera lo mismo. Al cabo de dos o tres minutos, dejé de sangrar y acompañé a mi amigo al tren. Al volver a casa me lavé la cara. Cuando llegó mi mujer, un par de horas después, había desaparecido hasta la hinchazón del labio, que había sido muy pronunciada. Ella no se dio cuenta de nada.
Si hubiera corrido tras aquel hombre, además del desagradable altercado que ciertamente se hubiera producido, la adrenalina bombeada en la sangre por la cólera habría agravado la hemorragia. La calma total que experimenté, los pensamientos de compasión sincera para con él, hicieron posible una curación anormalmente rápida. La verdadera víctima, en aquella situación, era el hombre que había actuado con violencia, seguramente sin saber él mismo por qué había obrado de aquel modo.
Evidentemente, luego me pregunté: “¿Por qué sucedió? ¿Qué lección de vida tenía que aprender?”. Cuando, más tarde, conté este incidente, Eileen Caddy, co-fundadora de la comunidad de Findhorn (Escocia), me respondió sin dudarlo: “Deja de golpearte”. Por aquel entonces todavía tenía yo la lamentable costumbre de flagelarme mentalmente por lo que consideraba debilidades o fallos míos. En otras palabras: ¡comprendí que aquella agresión exterior era como la manifestación (materialización) de mis agresiones interiores contra mí mismo!
Sentí esta experiencia como un don precioso de la vida. Fue, en primer lugar, una experiencia de la gracia, ya que la fuerza que se me dio venía de una fuente distinta del pequeño ego humano que realiza grandes esfuerzos por controlarse”.
Pierre Pradervand, El arte de bendecir
ENTREGARTE A LO ÚLTIMO
Pregunta:
Usted ha mencionado la «entrega a gran profundidad» como un método por el cual experimentamos la Realidad Última. ¿Puede describir lo que ocurre?
Respuesta:
Podríamos llamarlo la «recta final». Al aplicar la técnica del dejar ir a todos los ámbitos de la vida, sin excepción, la energía del trabajo espiritual se hace más y más fuerte. (…)
La devoción a la Verdad se vuelve abrumadora. No es lo que te está impulsando. Estás siendo inspirado por tu propio destino; es por tu propio compromiso kármico por lo que has elegido el destino último. En ese momento, digamos que utilizas la técnica de la entrega. Esto significa entregar y dejarlo todo en el momento en que surge. Ello ocurre a 1/10.000 partes de un segundo; llega, alcanza su pico, y luego se va. De manera que, cada sentimiento, cada pensamiento, cada deseo, lo dejas ir hasta la cima. Y esto se vuelve continuo, sin parar.
Como se mencionó anteriormente, recuerdo dejar ir un apego intenso en 11 días, sentado y sin hacer nada más que dejar ir ese apego. Cada pensamiento, cada sentimiento, cada recuerdo, todo lo relacionado con él, a medida que surgía, era entregado. El sufrimiento que sentimos cuando perdemos a un miembro de nuestra familia no es sólo por la pérdida de esa persona aquí y ahora. Es una acumulación de la energía de todas las muertes de todas las vidas. Esta entrega en particular duró sin parar 11 días, mañana y noche. Finalmente se detuvo. Atrás quedó para siempre. Nunca más se está sujeto a eso.
Por lo tanto, el trabajo espiritual serio es una disposición continua a dejar ir las cosas a medida que surjan. Es la voluntad de entregar el querer controlarlo todo a medida que surge, la voluntad de entregar el querer cambiarlo, y el hacerlo a nuestra manera.
En lugar de ver esto como algo futuro, aprópiatelo ahora. La iluminación no es algo que ocurra en el futuro, después de 50 años sentado con las piernas cruzadas y diciendo «OM». Está aquí mismo, en este instante.
La razón por la que no estás experimentando este estado de paz total y atemporalidad es porque está siendo resistido. Está siendo resistido porque estás intentando controlar el momento. Si dejas de intentar de controlar tu experiencia del momento, y si constantemente la entregas como un tono musical, entonces vives exactamente en la cresta en todo momento.
Escuchas una nota, ya está pasando. En el instante en que la has oído, ya se está disolviendo. Así que a cada momento se está disolviendo a medida que surge. Dejas de anticipar el momento siguiente, de tratar de controlarlo, de tratar de aferrarte al preciso momento que ha pasado.
Dejas de aferrarte a lo que acaba de suceder. Dejas de aferrarte al control de lo que acaba de ocurrir. Dejas de tratar de controlar lo que piensas que está a punto de ocurrir. Entonces vives en un espacio infinito de no-tiempo y no acontecimientos.
Hay una infinita paz más allá de la descripción. Y está en casa.
Doctor David R. Hawkins
GRATITUD
“[…]. Cuando miro hacia atrás y me detengo en las experiencias que he vivido, me doy cuenta de que son exactamente las que necesitaba para crecer interiormente. Me han conducido a una relación íntima con Dios que me ha llenado de plenitud. Y he descubierto que no existe ningún ser humano insignificante pues todos proceden de la Luz, y fueron creados en el Amor. Llevamos dentro de nosotros la huella imborrable del Creador.
En mi itinerario por el mundo he conocido a muchas personas maravillosas. Cada una ha aportado algo valioso a mi vida. Siento inmensa gratitud hacia ellas y les deseo que, allá donde se encuentren, estén siendo felices y viviendo su vida en paz. En mi corazón late la certeza de que volveremos a abrazarnos en la Eternidad”.
Mahendra Tevar en Jesucristo, Maestro de la Luz (pág. 199)
Se le preguntó a Buda:
– ¿Qué has ganado con la meditación?
Él respondió:
– Nada. Sin embargo, te digo que he perdido la ira, la ansiedad, la depresión, la inseguridad y el miedo a la vejez y a la muerte.
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Doctor David R. Hawkins:
«La fuente de alegría está siempre presente, siempre disponible, y no depende de las circunstancias. Solo hay dos obstáculos:
1.- La ignorancia de que está siempre disponible y presente.
2.- El valorar cualquier otra cosa por encima de la paz y la alegría por el placer secreto de la recompensa».
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EL ÚNICO REGALO IMPORTANTE ES EL REGALO DEL CORAZÓN
“¿Cuántas veces hay personas que no conocemos en absoluto y que rezan por nosotros o nos envían pensamientos amorosos? Y me pregunto si eso puede contribuir de manera significativa a la energía de la vida. Si los científicos y los visionarios de la nueva era están en lo cierto, estamos ligados unos a otros por una energía común o fuerza vital, y los pensamientos y la energía de una persona pueden influir sobre los demás.
Esto me lleva también a tomar en consideración la posibilidad de influir en todas las personas que hay a mi alrededor, o las que me cruzo en el pasillo o en la calle… ¿Qué clase de energía emito? ¿Es una sonrisa que encierra un silencioso mensaje de amor, un tranquilo reconocimiento de que los demás son personas valiosas? ¿O estoy echando afuera energía preocupada, tratando de mantenerme en mi refugio mental amurallado y alentándoles a que hagan ellos también lo mismo?”
Gerald G. Jampolsky, Enseña solo Amor